Black Mirror y la monitorización: nexos de unión con la ficción

A estas alturas de la revolución seriófila de los últimos tiempos, ¿quién no ha visto ya las grandes? Los Soprano, Perdidos, Breaking Bad, Juego de Tronos… y una más relacionada con lo que nos incumbe: Black Mirror. La conocéis, ¿verdad? Esa serie de la televisión inglesa, creada por un tal Charlie Brooker, que gira en torno a cómo y hasta qué nivel nos afecta la tecnología, a veces sacando lo peor de nosotros.

Cada episodio de la serie tiene un tono y escenarios diferentes, pero siempre abordan la inmediatez de la tecnología y su influencia sobre nosotros. Funciona como una mixtura de The Twilight Zone y Relatos de lo inesperado, que explica nuestro malestar actual con lo que podría avecinarse en un futuro si tratamos con poca mano ética a la tecnología. Entre todos los temas que toca la serie nos encantan especialmente los más cercanos a la monitorización. Porque, a la vez que nos ponen los pelos de punta, nos ayudan a vislumbrar un poco cómo funciona la monitorización y cuales son sus poderosas cualidades. Vamos a repasar dos capítulos que se centran en el tema Black Mirror y la monitorización para ver qué podemos aprender de ellos.

Black mirror y la monitorización: Hated in the Nation (“Odio nacional”) – Temporada: 3, episodio n.º 6

Vamos a la actualidad más reciente con un thriller cuya meta es desvelar una serie de asesinatos. Karin Parke (en realidad, Kelly Macdonald, la chica que se lía con Renton en la mítica Trainspotting) es una detective que, junto a su compañera experta en tecnología, intentan resolver las muertes, a priori inexplicables, de cierta gentecilla que ha sido criticada y vilipendiada en las redes sociales. Os suena esto de criticar a saco en las redes sociales, ¿verdad? Pues bien, según avanza la trama se desvelan realidades que en la actualidad creemos imposibles, pero que, sin embargo, podrían ser futuribles.

A grandes rasgos, el capítulo trata la posibilidad de que, mediante un hashtag (“#DeathTo“), los afiliados a redes sociales puedan votar quien merece morir por haber insultado su honor o haberles ofendido. Los que consiguen más votos en el capítulo son los que mueren. Suena interesante el caso, ¿verdad? Pongamos, por ejemplo, que todo el mundo se enfada con Malú por llamar “carapán” a Amaia Montero y gana este concurso y amanece muerta. “¿Cómo?”, se preguntarían estas detectives. Pues veréis, hay detrás toda una flota de abejas robots, que en principio se utilizan para sustituir a las que nos estamos cargando actualmente, pero que el malo malísimo del capítulo hackea y utiliza en su maligno beneficio. Eso es, el malo hackea la abeja robótica que poliniza el jardín más cercano a la Malú de turno y ¡PAM! picotazo letal, autodestrucción, y nadie sabe cómo ha sido.

Desde aquí no podemos dar una solución a aquellas personas que se reúnen para odiar desde casa en toda red social, y nadie puede hacerse responsable si un día se juntan, lejos de lo virtual, y emprenden la matanza de aquellas personas que les hayan ofendido a los muy pejigueros, pero sí podemos hablar en favor de la monitorización. El problema real de esas abejas robóticas bandidas recae en que no tienen el seguimiento de una buena monitorización.

¿Por qué no proveerlas de un tipo de sensor que permita al roboapicultor (o gestor de abejas robóticas) monitorizar sus colmenas desde un ordenador o desde su mismo dispositivo móvil? Este control ad hoc de las abejas nos permitiría recibir en tiempo real información sobre ellas (desde dónde se encuentran a dónde han estado) con la posibilidad de intervenir en el mismo momento avisados por una alarma de circunstancia. Porque es evidente que este tipo de monitorización también nos descubriría cualquier tipo de peligro o control ajeno al que sean sometidas. De hecho, ésto ya se hace con abejas (no robóticas) en la actualidad.

Queremos pensar que después del éxito de este capítulo, la empresa ficticia de la trama ha aprendido de sus errores y tomó cartas en el asunto. No les volverá a pasar.

Black mirror y la monitorización: Arkangel – Temporada: 4, episodio n.º 2

Vayamos a por los pesados hiperpadres, esos que saltan a la comba con el cordón umbilical más largo del mundo y con el que estrangulan a sus pobres chiquillos.

“Arkangel” es el nombre del capítulo y también de la empresa, en la trama, encargada del chip que los padres implantan a sus hijos para cosas, tan viables para un padre loco, como rastrearlos, controlarlos, o pixelar las imágenes que creen que les causarían angustia.

En esta ocasión es Marie, la madre soltera más conspiranoica del mundo, la que le implanta la tecnología a su hija Sara, la pobre Sara. En un principio esta tecnología parecer ser de lo más útil, pero pronto nos daremos cuenta que un exceso de cariño y supervisión puede convertirse en un obstáculo con connotaciones éticas y vitales. Nadie aprende a montar en bicicleta si siempre vamos sujetándolo desde la espalda.

En este caso podemos palpar los pormenores del exceso del control. Como ya sabemos, ningún extremo es estable y aconsejamos que nadie vire hacia ellos en la monitorización, tan útil para resolver problemas tecnológicos en el mundo laboral y en el personal como incómoda para operar con la privacidad del individuo.

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