Compuserve y Fidonet; un viaje a la Prehistoria de la red
Ay, almas de cántaro, ¿es que pensáis que Internet siempre ha estado ahí? Se nota que sois muy jóvenes.
Aunque si sois un poco más viejunos, tal vez tengáis el recuerdo de aquella época en la que no disponías aún en tu bolsillo de un móvil que te insiste continuamente para que te aproveches de las últimas ofertas o subas tus fotos a la red.
Este post esta escrito para todos; tanto para los que conocieron aquellos años emocionantes como para los ciborgs que han nacido con un puerto USB en la nuca. Para todos ellos, recordemos un poco mejor como eran las redes en aquellos años, a través dos lugares ubicados en la Prehistoria de la red: Compuserve y Fidonet.
Cuenta la leyenda…
Si “estáis en la edad”, es probable que recordéis las sensaciones que sentíamos los usuarios de ordenadores en aquella época. Toda novedad, todo nuevo descubrimiento, erizaba nuestra piel. Para aquellos a los que el ZX Spectrum nos parecía la Octava Maravilla del Mundo y una puerta abierta a mundos inimaginables, la posibilidad de conectar ordenadores entre sí aparecía como un puro milagro, algo cuasi inexplicable. Para los que no lo hayáis vivido, pongamos la historia en contexto.
Allá por el final de los años 80, la red era algo así como el corazón más profundo y desconocido de la selva africana. Sólo unos pocos expertos osaban adentrarse en su interior (de hecho, la mayoría ni habían oído hablar de ella) y lo hacían con la emoción a flor de piel.
En aquella época, de hecho, el acceso a la red estaba limitado a algunas Universidades y empresas, abriéndose a usuarios domésticos durante los años 90. Por entonces, la conexión entre ordenadores tenía muy poco que ver con lo que conocemos hoy en día. Para empezar, un fenómeno que los usuarios de aquella época recordaréis con cariño era la necesidad de interrumpir las conexiones telefónicas -de la casa, si nos conectábamos desde nuestro propio domicilio-, lo que conllevaba la correspondiente retahíla de quejas de nuestras madres y padres (“¡Niño, deja ya el teléfono libre que tengo que llamar a tu tía Enriqueta!”).
Pero nuestra historia comienza un poco antes del acceso algo más “mainstream” que representa la anterior escena.
A finales de los años 80, como adelantábamos, las restricciones eran aún mayores. Una gran parte de las muy escasas conexiones se realizaban a través de los conocidos como BBS (Bulletin Board System), un limitadísimo tipo de software de comunicación telefónica que permitía, no obstante, compartir texto en red.
Conforme la popularidad de los BBS fue ganando terreno, se formaron plataformas, como las creadas por proveedores, que cobraban a los usuarios por tiempo de conexión (como podéis imaginar, tarifas por minuto sustancialmente superiores a las actuales). En este caso, uno de los proveedores más conocidos a nivel mundial era Compuserve.
Fundada en 1969, Compuserve se convirtió en la proveedora más exitosa durante los años 80 (principalmente para Universidades y empresas) y principios de los 90 (entrando ya en algunos domicilios). Pero, ¿qué ofrecía exactamente?
¿Qué podías hacer en Compuserve?
A los actuales usuarios de la red, las opciones ofrecidas por Compuserve podrían parecerles muy escasas, algo así como un teletexto avanzado (el teletexto también resultó impactante en su momento, por cierto). Pero, en su época, eran una ventana abierta a un mundo nuevo.
Compuserve disponía de opciones hoy ordinarias e incluso obsoletas, pero en su momento muy novedosas, como el correo electrónico, los grupos de noticias, o los tablones de anuncios o comentarios (precursores de los actuales foros). De nuevo, recordad el contexto: en una época en la que los medios de comunicación más utilizados eran el teléfono y el correo postal, la posibilidad de comunicarse por escrito con desconocidos de cualquier parte del planeta suponía una novedad emocionante.
Aunque tal vez los más jóvenes os sentiríais decepcionados por lo siguiente: en aquella época, en las redes apenas había imágenes, y las poquísimas existentes no tenían nada que ver con las actuales (subir a la red una fotografía estándar sacada con un smartphone actual se habría demorado alrededor de un día entero, teniendo en cuenta las escasas velocidades de transmisión de datos de la época). El texto reinaba, ya llegaría el momento de la imagen.
No obstante, sí había algunas otras opciones lúdicas disponibles. Podían descargarse “demos” de juegos, e incluso juegos enteros. Por supuesto, nada que ver con los actuales.
¿Y FidoNet?
Similar a Compuserve, FidoNet fue una de las redes más populares en los años 90, poco antes de la llegada de Internet.
Fundada en 1984, disponía igualmente de un sistema de mensajería semiprivada (similar al correo electrónico) y de la posibilidad de transmitir ficheros. También contaba con grupos de noticias y chats.
Una de sus particularidades, que tanto la diferenciaban de la actual red, es su total falta de contenido comercial. Libre de publicidad o spam, FidoNet se configuraba como una red abierta, sin ánimo de lucro (aunque, obviamente, era necesario abonar las nada económicas tarifas telefónicas).
Si hay una palabra que pudiera definir aquella época y los años posteriores, es “emoción”. Cualquiera que la haya vivido, podrá confirmarlo. Aquellas novedades tan rupturistas asombraron a toda una generación, originando el mundo en el que hoy vivimos. Si viviste aquellos inicios, sería muy interesante conocer tus experiencias. ¿Quieres compartirlas con los lectores de este blog? Nos encantaría que dejaras un mensaje en la caja de comentarios que encontrarás al final de este artículo.
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Dimas P.L., de la lejana y exótica Vega Baja, CasiMurcia, periodista, redactor, taumaturgo del contenido y campeón de espantar palomas en los parques. Actualmente resido en Madrid donde trabajo como paladín de la comunicación en Pandora FMS y periodista freelance cultural en cualquier medio que se ofrezca. También me vuelvo loco escribiendo y recitando por los círculos poéticos más profundos y oscuros de la ciudad.
Dimas P.L., from the distant and exotic Vega Baja, CasiMurcia, journalist, editor, thaumaturgist of content and champion of scaring pigeons in parks. I currently live in Madrid where I work as a communication champion in Pandora FMS and as a freelance cultural journalist in any media offered. I also go crazy writing and reciting in the deepest and darkest poetic circles of the city.